jueves, 22 de enero de 2009

C retuvo por un instante el aliento; un instante que, sin embargo, le pareció una semana, un mes, un siglo, y luego otra vez, como el reflujo del mar que vuelve a su nido, un segundo. Entonces, ya no pudo desistir en la empresa que se había trazado, como un asesino concibe el mejor de sus crímenes. Estaba decidido, no solo a recuperar ese momento privilegiado de creación, que todavía se le colaba en la cabeza, ya como un insecto incrustado bajo la piel, ya como una obsesión trotamunda, si no, y por sobre todas las cosas, a entrar de lleno en su propia memoria, igual que el aventurero que se lanza a buscar el país de la canela, con la febril esperanza de hallarlo. Ahí, en ese preciso momento, la vio...